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EDERA

Edera es un proyecto que combina la instalación con la fotografía. Las fotografías se van construyendo con la finalidad de transmitir una determinada idea en relación con una realidad alterada. De esta manera, la realidad se transforma para ser fotografiada, ya no basta con descubrirla, encontrarla o con seleccionarla. A través de la instalación se genera una nueva realidad más cercana a una imaginería personal, pero sin perder el lenguaje fotográfico y sobre todo su punto de vista como origen. Pienso que una de las cosas que podemos obtener mediante la fotografía es la creación de un mundo personal. Podemos convertir lo ordinario en algo mágico y sobrenatural. Me interesa esa sensación de indeterminación, producir, a través de la fotografía, falsas evidencias, evidencias desdobladas, que dejan aparecer un doble o un salto de la figura fuera de sí misma. Al fin y al cabo, creamos una realidad simulada.

Edera conforma una serie de fotografías de instalaciones realizadas en distintos espacios de la ciudad de Roma elaboradas con hiedras pintadas de acrílico negro. Muestran la agresividad de la invasión del espacio por parte de lo sutil de las formas o, mejor dicho, de lo sutil de la naturaleza. Resistencia/invasión no se opone a lo delicado ni a la belleza.

La elección de una de las plantas en apariencia más inofensivas o por decirlo de otra manera, delicadas, estilizadas, frágiles, pero al mismo tiempo agresivas, resistentes, vigorosas, viene dada por una parte por esa doble característica casi opuesta entre apariencia y su realidad, y por otra, por la misma ambición de poseer/invadir el propio espacio.

Igualmente, la elección del color negro para pintar/resaltar el objeto de intervención tiene su significado. En este caso no tiene nada que ver con una simbología del color (en este caso, el negro) sino más bien con la relación entre la luz como otorgadora de existencia a los objetos. Sin luz, desaparecen, se vuelven translúcidos a nuestros ojos. La existencia de la fotografía igualmente se debe a la deposición de luz sobre una superficie. La no luz, la oscuridad, el negro, crean la desaparición de la realidad. El negro es el color que absorbe toda la luz, toda la energía radiante que incide sobre cualquier cuerpo de este color. Nada de la radiación incidente se refleja o pasa a través del cuerpo negro. A ello se debe la elección del color negro para la intervención en mis imágenes creando, de este modo, una contradicción entre la existencia y la desaparición de la realidad a través de la naturaleza del medio fotográfico y el fenómeno que la hace existir.

La invasión de la naturaleza sigue un orden de arquitectura, una forma orgánica de la propia estructura. Se podría decir, mirando desde otro punto de vista, que es una arquitectura orgánica. Y así la admitimos, no, mejor dicho, así la admiramos, mientras se derrama por los edificios, mientras roza las superficies de las construcciones y en este caso, mientras invade de negro, mientras extrae de luz, cada plano con su propio jardín. La hiedra (hedera) entrelaza a través de una columna vertebral sus hojas en varias direcciones. No deja casi huecos, se descuelga o asciende asegurando cada centímetro por avanzar. Resiste a cada dirección, a cada volumen, a cada inclinación de la estructura. Los espacios a los que se agarra desaparecen, se hunden en un plano posterior, se desvanecen en la oscuridad que proyectan sus hojas casi impenetrables. Ese amasijo deshilachado que se vuelve casi masa cambia la estructura, la composición de una pared, de un objeto, de una fachada, de una columna, al fin de cuentas, de cualquier arquitectura y la convierte en orgánica, móvil, frágil. Una sucesión de planos, volúmenes más pequeños, que desafían las direcciones, la gravedad, la densidad de un muro, de cualquier volumen.

EDERA

Edera is a combination of installation art and photography. The photographs are used to convey a specific idea about an altered state of reality. Reality is thus transformed in order to be photographed. It is no longer enough simply to seek it out, stumble across it or choose it. The installation component generates a new reality, more in line with a personal type of imagery, but retains the photographic language and remains rooted in a photographic approach. I think one of the things photography allows us to do is create a personal world. We can transform ordinary things into something magical and supernatural. I am interested in that sense of indetermination, in using photography to produce ambiguous, twofold evidences that create a kind of double, allowing a figure to leap outside itself. We are, after all, creating a simulated reality.

Edera is a series of photographs depicting installations set up at different locations in the city of Rome, with synthetic ivies coated with black acrylic paint. The images show the aggressive invasion of an architectonic space by subtle shapes, more specifically by the subtle forms of Nature. Resistance/ invasion do not preclude either delicateness or beauty.

The decision to use what is apparently one of the most inoffensive – that is to say, delicate, slender, fragile – plants, but at the same time, a tremendously aggressive, resistant, vigorous species, was dictated partly by that very contradiction between appearance and reality and partly by an aspiration to possess/invade space itself.

The choice of black as the colour with which to paint/highlight the object also has an explanation. It has nothing to do with any kind of colour symbolism but is rather more related to the idea of light as the element that endows objects with existence. Without light, things disappear, they become translucent to our eyes. Photography, too, owes its existence to light shining onto a surface. Non-light – darkness, blackness – makes reality disappear. Black is the colour that absorbs all light, all radiant energy that falls on any black object. None of the radiation that falls on a black body is reflected or passes through it. So my decision to use black in my images creates a contradiction between the existence and disappearance of reality in the photographic medium and the phenomenon which brings that reality into existence.

The invasion by Nature adheres to an architectural order, a structurally inherent organic form. From another perspective, the architecture itself could be described as having become organic. And that is how we accept it – or rather, that is how we admire it – as it spreads through buildings, caresses surfaces and, in this case, absorbs all the light and inundates every view of its own garden with black. The ivy (hedera) spreads out from a central spine, interweaving its leaves in all directions, hanging, climbing and leaving hardly any surface unoccupied as it secures every inch of newly acquired space. It adapts to any direction, any volumes or any angle the architecture has to offer. The spaces to which it clings sink into the background or vanish in the darkness created by its almost impenetrable maze of leaves. This solid mass of intertwined stems changes the structure and the composition of a wall, an object, a façade or a column, and ultimately transforms any architectural element into something organic, flexible and fragile. The ivy creates a succession of surfaces and smaller shapes that defy the angles, the gravity, and the density of walls or any other volumes.